Las desigualdades y discriminación basadas en el género y la orientación sexual, así como las violencias machistas, han sido puestas en agenda como problemáticas sociales prioritarias a ser abordadas por las distintas instituciones públicas. No sólo porque resultan alarmantes las tasas de femicidios y travesticidios en nuestro país (268 víctimas en 2019 según el Registro Nacional de Femicidios), sino también por la intensificación de las múltiples formas de violencia por motivos de género que dan cuenta del carácter estructural de las mismas, como de las asimetrías de poder que reproducen; además, su articulación con otras desigualdades sociales se expresa, por ejemplo, en la feminización de la pobreza: el 10% de la población más pobre de Argentina, 7 de cada 10 son mujeres. Este fenómeno se articula con otras inequidades como la injusta distribución de las tareas y trabajos de cuidado entre los géneros, tanto en las unidades domésticas como a nivel comunitario
Las desigualdades de género en los indicadores del mercado de trabajo demuestran el impacto de la sobrecarga de esas tareas: en la tasa de actividad es uno de los indicadores que permite observar el impacto de las desigualdades ocasionadas por los trabajos domésticos y de cuidados. El valor que produce el Trabajo Doméstico y de Cuidados No Remunerado en Argentina representa un 15,9% del PBI, constituyéndose en el sector más importante de la economía. El 75,7% de las tareas son realizadas por mujeres -es decir, más de las tres cuartas partes y, de este modo, dedican diariamente 96 millones de horas de trabajo no remuneradas a las tareas del hogar y los cuidados (Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género, 2020). La brecha entre varones y mujeres en relación al tiempo dedicado al trabajo doméstico aumenta según la cantidad de hijos, nivel socioeconómico y región del país. Asimismo, la sobrecarga de trabajos en las familias y el contexto de aislamiento ha aumentado los riesgos y la exposición a la violencia contra las mujeres y niñas (ONU Mujeres, 2020).
Esta oferta formativa parte del reconocimiento de que son las mujeres y feminidades quienes impulsan diversas prácticas desde los territorios para abordar estas problemáticas que emergen continuamente. Son quienes, a su vez, cumplen un rol fundamental a la hora de promover el acceso a derechos, siendo reiteradas veces un puente con los dispositivos que ofrece el estado, llevando adelante acciones para prevenir y actuar ante situaciones de violencia sexista, e impulsando transformaciones culturales. El contexto extraordinario de emergencia sanitaria y aislamiento social, ha agudizado las carencias en los barrios populares, al mismo que tiempo que ha evidenciado, una vez más, la importancia estratégica de las mujeres y feminidades en la construcción de redes de contención, sostén, cuidados y organización comunitaria y popular.
De las condiciones necesarias para lograr el acceso en tanto derecho humano básico, la calidad e inocuidad de los alimentos presentan uno de los desafíos que más efectivamente puede lograrse si se dispone de una decidida articulación entre el sector público y el ámbito técnico. Al respecto, nuestra sociedad cuenta con los medios para abordar satisfactoriamente estos factores, aunque todavía queda una extensa labor educativa y de formación de recursos humanos pendiente.
En este sentido, se trata de una propuesta interdisciplinaria que aportará a la formación del personal de servicio o profesionalizado -que se desempeñe en ámbitos que brindan servicios alimentarios- fortalezas para promover políticas y acciones de salud pública más eficientes que tiendan a mejorar las condiciones de inocuidad alimentaria y reducir posibles enfermedades transmitidas por alimentos. A partir de la capacitación permanente, la vigilancia y auditoria de la calidad de los alimentos, contribuiremos a generar más educación alimentaria tanto para la población en general como para los actores que intervienen en todo el proceso productivo alimentario.
En relación a los diferentes actores que trabajan en la cadena agroalimentaria, es preciso que cuenten con el conocimiento de las medidas a implementar, eviten la contaminación de los alimentos, contribuyan a evitar pérdidas y en definitiva actúen favorablemente para la economía de las empresas y la salud de los consumidores, siendo un eslabón clave del circuito para garantizar la seguridad alimentaria.